Hace aún no una semana regresamos los autores de este blog de unos dias de vacaciones en tierra (por enumerar algunos tópicos) de Don Quijote, de vinos y quesos, de paisajes infinitos o sobresaltados de contrastes inesperados, de molinos de viento antiguos y modernos, de pastores, viñas y naturaleza, de historia recoleta y gente acogedora. Nuestra base ha sido la casa de unos familiares en la población de Socuéllamos, provincia de Ciudad Real, localidad en la que Olimpia nutre en su historia una parte de sus raices.
Aquí reposan, pues, antepasados que ya no son sino nombres y fechas en caracteres dorados destacando sobre el mármol y tambien una cruz gris ocelada de liquenes junto a una de las tapias del cementerio, adormecida de olvidos y años, que indica el lugar en el que su abuelo, junto con algunos más, nombres esculpidos, recibió los balazos de los ejecutores del odio y la envidia disfrazada de política. Y de un nombre -Don Javier- no exclusivo de la memoria o el camposanto, calle y bisabuelo a la vez, calle que hasta hace pocos años recibia los sahumerios del ferrocarril que atravesaba el pueblo.